Pienso en lo artificio y en lo falsamente natural. En lo que pagamos por parecer naturales y en lo que desemboca nuestra fingida naturalidad. Nos sorprendemos con maquillaje que no se descubre y con labios nude, nos vestimos para una fiesta sin que parezcamos arreglados, preparamos nuestro look para que parezca nacido de la casualidad más fortuita y despeinamos concienzudamente nuestro pelo para darle ese aire rebelde -rocker- que nos gusta tanto.
Moldeamos el cuerpo en el gimnasio y seguimos una dieta estricta para obtener una figura esbelta pero sin muscular. Miramos a la cámara con poses ensayadas en el espejo que pretender ser no simuladas, iniciamos conocimiento en el arte de la espontaneidad y la naturalidad. Echamos miradas de reojo que dicen ah... no soy lo que parezco pero sí lo soy. Nos empeñamos en ocultar nuestros errores, nuestros vicios y nuestros defectos.
Queremos ser quien no somos y negamos ser lo que somos.
Y, al final, la belleza que nos escandaliza es la de verdad.
Porque la autenticidad se nota...
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